martes, 4 de junio de 2013

La Anábasis de Jenofonte

Alejandro M. Cámara Frías

Una retirada a tiempo jamás será una derrota.

Expedición de los Diez Mil.
La información para datar la vida de Jenofonte la encontramos en su propia obra. Nació en Atenas hacia el año 430 a. C., su infancia y juventud transcurrieron en el ambiente turbulento de la Guerra del Peloponeso en la que participó formando parte de las fuerzas ecuestres. Participó, también, en la Expedición de los Diez Mil, campaña militar emprendida por Ciro el Joven para intentar arrebatarle el trono a su hermano mayor Artarjerjes II. Dicha expedición resultó ser una auténtica odisea que sirvió a Jenofonte para escribir su Anábasis. A su regreso a Grecia, estrechó lazos con Sócrates y Agesilao. La condena del filósofo, aunado su espíritu panhelénico y filoespartano fueron algunas de las causas de su rechazo hacia Atenas. En el año 394 a. C. luchó en Coronea en el ejército de Agesilao frente a sus compatriotas. Por esta acción (y quizá también su participación en la expedición de Ciro) Atenas lo condenó al destierro. Sin embargo, los espartanos lo premiaron con la proxenia, además de otorgarle una extensión de campo y bosque en Escilunte, donde vivió con su familia entregado a la vida rústica y a los ocios literarios. Años después tuvo que abandonar la finca cuando fue ocupada por los de eleos. Jenofonte se refugió primero en Lepreo y luego en Corinto. El poder emergente de Tebas originó una nueva alianza entre espartanos y atenienses por lo que se derogó la sentencia de destierro, mas no hay evidencia de que Jenofonte haya regresado a su patria. Su vida abarca, más o menos, el mismo período que la de Platón. 
Jenofonte fue, entre todos los autores clásicos, un verdadero polígrafo y el literato más universal de su época. Comúnmente se piensa que los años en Escilunte fueron los más productivos pese a que existen indicios en algunas de sus obras que sugieren un origen más tardío. Destacan la Anábasis, la Ciropedia (semblanza del rey Ciro II el Grande famosa en la antigüedad) y las Helénicas (que pretende continuar con la Guerra del Peloponeso, obra inconclusa de Tucídides). 
La vida y obra de Jenofonte se funden; en 401 a. C. Proxeno de Beocia lo invita a participar en una supuesta expedición contra los pisidas. En aquella aventura Jenofonte no participa como general, ni oficial, ni soldado; más bien como una suerte de corresponsal de guerra que describe el viaje y sus vicisitudes, además de delinear la figura romántica de Ciro el Joven, el príncipe rebelde persa que reclutó a un ejército griego y bárbaro para derrocar a su hermano. Ciro partió con sus hombres de Sardes, pasaron por Cilicia y siguieron el curso del río Éufrates hasta llegar a Cunaxa. Ahí se dio una gran batalla en la que los oficiales Menón, Clearco y Proxeno le ganaron terreno al numeroso ejército persa. Aun así, Ciro, con 600 jinetes, se lanzó contra su hermano y pudo herirlo en el pecho, pero un dardo le penetró debajo del ojo, y ya muerto, le cortaron la cabeza y la mano derecha. Sin heredero al trono los “diez mil” emprendieron la retirada. El sátrapa Tisafernes engañó y asesinó a traición a sus generales y los soldados se vieron en la necesidad de nuevos generales. En este punto Jenofonte se atribuye un papel importante en la historia. Lo cierto es que ayudó a que los mercenarios cruzaran el reino de Artarjerjes repleto de peligros hasta llegar a Trapezunte, a orillas del Mar Negro. Después de problemas internos, rebeliones y saqueos pudieron ponerse a salvo. 
La Anábasis es una obra importante por muchas razones. La sencillez y elegancia con la que describe pormenores geográficos y etnográficos lo hacen un libro de guerra variado y atractivo como pocos. Plutarco dice de él: “Jenofonte ha sido su propio historiador. Ha contado lo que hizo como estratega, el éxito que obtuvo, atribuyendo s obra a Temistógenes de Siracusa. Supo renunciar a su gloria de autor a fin de que se le diera más crédito, expresándose de sí mismo como de un extraño.” 
Su estilo, que Cicerón califica “más dulce que la miel”, realmente atrapa y entretiene. La Anábasis puede ser una puerta asequible para cualquiera que desee adentrarse a la literatura griega clásica. Interesa también la manera de destacar la personalidad de los caudillos. Personalmente, me siento atraído por la figura ‘romántica’ de Ciro el Joven, príncipe rebelde que se enfrenta al ejército de su hermano. Nos dice Jenofonte: “Ciro y la caballería que le acompañaba, unos seiscientos jinetes iban armados con corazas, quijotes y cascos; pero Ciro se dispuso al combate dejándose descubierta la cabeza”. Páginas atrás, Ciro responde de esta manera a los soldados que lo cuestionaban de estar haciendo promesas que no podría cumplir: “Lo que temo, pues, no es que me falte qué dar a cada uno de los amigos si las cosas salen bien, sino que tenga suficientes amigos a quienes dar.” 
La Anábasis, pues, cuenta una historia, una guerra, una huida, un duelo carnal que lleva a un ejército recorrer más de seis mil kilómetros entre ida y vuelta, las cuales duraron un año y tres meses. Hazaña que demostró que el terreno persa no era impenetrable y se podía salir vivo del mismo, testimonio que Alejandro Magno tomó muy en cuenta para planear su ataque al imperio aqueménida; una muestra de la influencia que tuvo dicha obra que escribió la historia para hacer historia y que continúa haciéndolo hasta nuestros días.


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