Kevin Cárdenas
Resignación
de fragante regazo, y de la vibrante lira compañera del canto.
Pero mi piel que antes fue tan suave la sometió ya la vejez
y blancos se han vuelto mis negros cabellos de antaño.
Pesado se ha hecho mi ánimo, y no me sostienen las rodillas
que otro tiempo fueron tan ágiles como corzas en la danza.
De eso me lamento día tras día. ¿Pero qué puedo hacer?
Cuando se es humano, no es posible dejar de envejecer.
De Titono, en efecto, contaban que la Aurora de brazos de rosa,
inflamada de amor, lo raptó para llevarlo al confín de la tierra
porque era bello y joven. Mas de igual modo a él con el tiempo
lo atrapó la grisácea vejez, aun teniendo una esposa divina.
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Escultura de Safo de Lesbos. |
Entre más poblada sea la barba, más peso tendrá la palabra. Safo, la poetisa nacida en la isla de Lesbos en el Siglo VII a. C., sin tener una barba viril, parece haber padecido este adagio de una manera más bien poética. Pues, al leer este, su último poema completo rescatado, podemos observar que la edad hizo adquirir un tono distinto (si bien no radical) a los ya llamados por antonomasia: “versos sáficos”, que antes apostrofaban a la diosa Afrodita o dedicaban loas a sus compañeras homosexuales.
Si se dijera que este poema es una mera lamentación, se estaría equivocado.
El poema es más bien una exhortación abierta hacia las jóvenes de su círculo artístico-afectivo a cuidar de aquello que los grupos humanos (a través del tiempo y de la Historia) han percibido como un regalo divino; como una posesión atesorada; o bien, como sinónimo de la inocencia, de la dicha del desconocimiento: la juventud.
Entre menor sea el movimiento del cuello, más vieja será la persona a la que éste pertenece. Para alejarnos de la sentencia que esta frase expone, propongo, al igual que Safo de Lesbos (y muchos otros de sus contemporáneos), aprovechar el tiempo que nos resta de llevar una cabeza bien plantada sobre un firme cuello, y girarlo a cada momento y en cada lugar, para observar y escuchar la cantidad de maravillas que el mundo ofrece a nuestros sentidos todo el tiempo (muchas de estas irrepetibles) y que suelen pasarnos desapercibidas por negligencia.
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